La Universidad de Pau y de los Países del Adour organiza una jornada de estudio en noviembre de 2024.
En América, fueron los especialistas de los siglos XVIII y XIX y, en menor medida, los
del periodo prehispánico quienes se interesaron por las ruinas. Los historiadores de la
arqueología mexicana, a menudo arqueólogos igualmente, estudiaron la atracción que las ruinas de Teotihuacán y Tula ejercían sobre los mexicas. El renovado interés arqueológico que despertó en la Europa del siglo XVIII la exhumación de los yacimientos de Herculano y Pompeya se extendió al Nuevo Mundo y dio lugar también a un gran número de estudios tanto en Mesoamérica como en los Andes. En cuanto al siglo XIX, marcado por los inicios de la arqueología científica, la bibliografía es considerable. En este panorama, los dos siglos posteriores a la conquista española aparecen como los parientes pobres: sólo contamos con unos pocos trabajos pioneros.
Sin embargo, mucho antes de las expediciones de los arqueólogos y exploradores del
siglo XIX, mucho antes de las excavaciones de Palenque o de los trabajos del obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón en el siglo de la Ilustración, los primeros europeos que pisaron el suelo americano se enfrentaron a las ruinas y a los vestigios del mundo prehispánico. Entre ellos, Pedro Cieza de León en Tiahuanaco, Diego de Landa explorando las ruinas mayas de Yucatán o Jerónimo de Mendieta visitando Teotihuacán, por citar sólo a algunos. Al igual que sus sucesores, estos últimos seguían a menudo los pasos de los indígenas que, a semejanza de los mexicas, no esperaron a los conquistadores para visitar e incluso excavar los restos de las culturas desaparecidas. ¿Cómo apreciaron estos primeros europeos las ruinas, vestigios y antigüedades
americanas en general? Y también: ¿cómo la llegada de los europeos transformó la relación de los indígenas con los vestigios de su pasado?
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