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Los Estados y los inversores privados no comparten las mismas escalas de análisis para la explotación de las materias primas. Mientras que el capital natural se ha ido acumulando a lo largo del tiempo geológico, la explotación de los recursos es mucho más reciente y la demanda actual está acelerando el ritmo de su desarrollo. Las materias primas están siendo buscadas por todas partes, en tierra y bajo el mar, sacudiendo las fronteras, generando luchas por la influencia y buscando alianzas diplomáticas.
En este contexto de geopolítica de las materias primas, ¿cómo se puede plantear mayor cooperación entre Europa y América Latina que pueda conducir a la autonomía energética de cada una de estas regiones? ¿Puede la integración de las cadenas de valor contribuir a reforzar esta cooperación? Al equilibrar las cadenas de valor, también surge la posibilidad de distanciar a otros actores que son igual de ambiciosos a la hora de añadir valor a las materias primas, como China o Estados Unidos de América. En esta geografía política de los recursos, ¿qué características de la demanda europea -ya sea en términos de estándares de consumo o por razones materiales- pueden llevar a América Latina y el Caribe a privilegiar sus relaciones con Europa, antes que con Estados Unidos o China? En una lógica nacional, los Estados sudamericanos afirman su soberanía sobre los recursos, queriendo controlar su explotación y las repercusiones económicas, sociales y medioambientales, ya sean positivas o negativas. En la fase de transición de principios del siglo XXI, varios Estados también deben hacer frente a la necesidad de pensar en la continuidad con la actual matriz convencional, en particular para los países cuyas economías se basan en los hidrocarburos (Bolivia, Colombia, Venezuela, etc.) Al mismo tiempo, al garantizar una transición energética para sus economías y ciudadanos, los Estados europeos pretenden mantener su liderazgo internacional. Europa también quiere ser modelo y protagonista de los cambios que se están produciendo ante las actuales convulsiones mundiales, lo que significa, en particular, acompañar las salidas y repercusiones económicas, técnicas y sociales de la explotación de las materias primas.
Un verdadero cambio de paradigma para la cooperación birregional sería plantear una
transición conjunta hacia otro modelo. Significa empezar a valorar lo que tenemos sobre la tierra (biodiversidad, servicios ecosistémicos, sumideros de carbono, etc.) y no los recursos del subsuelo. Significa la voluntad política y la capacidad institucional para generar trabajo con una conciencia activa de que nuestros recursos naturales son el futuro del planeta. Son el potencial de desarrollo de la cooperación. Son las empresas de biotecnología y bioinformática, son los bioquímicos de los fármacos y cosméticos del futuro, son los senderos de ecoturismo, el agua que alimenta las plantaciones agroindustriales, la madera sostenible que construye edificaciones, el diseño y funcionamiento de nuevas tecnologías (biónica), la energía que mueve el transporte sostenible, los productos y servicios ecosistémicos que tienen más valor que los recursos no-renovables y que pronto su precio será extremadamente elevado debido a su escasez global.
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